viernes, 28 de septiembre de 2012

El Gran Día

Desde que empezó julio me la pasé esperando que cada molestia que sentía y cada caminata que hacía me llevarán hacía el desencadenamiento del parto para por fin tener a Íker en mis brazos y que nos dejáramos de incomodar mutuamente, pero simplemente todo parecía infructuoso; entonces fui a mi última cita con la doctora, me hizo un estudio, dónde descubrió que mi querido bebé estaba enredado de la cintura a los pies y que además era demasiado grande para nacer sin complicaciones por un parto natural, por lo que sugirió aquello que yo nunca quise: una cesárea de emergencia. Pase todo mi embarazo de manera tranquila, haciendo todo lo posible por tener un parto natural, pero como dice mi abuelita "tú propones y Dios dispone", así que se fijó el día (10 de julio) y más o menos la hora del nacimiento de mi pequeño.

Ese martes a las 4:30 de la madrugada mi marido se despertó, estaba más ansioso que yo, llevó las maletas al auto, mientras yo me bañaba y me vestía. Llegamos al hospital a las 6 de la mañana como lo dispuso la doctora, para las 7:30 de la mañana mi mamá había llegado pues no podía con la preocupación, para las 8 yo estaba casi lista para irme al quirófano y decidieron que mi mamá iría conmigo pues su experiencia en quirófanos nos haría sentir más seguros a todos. Yo no estaba nerviosa, de hecho respiraba profundo y me decía "todo es por el bien de los dos". Entré a quirófano, mi mamá platicaba conmigo, lo mismo que el anestesiólogo, quien me durmió del diafragma hacia abajo, mientras que mi mamá preparaba el video para grabar a su nieto al nacer. Una vez con todo dormido sólo escuchaba ruidos y de repente sentí como me movieron toditas mis "tripitas", después de unos minutos escuché el grito que tanto había esperado, a las 9:40 de la mañana del 10 de julio mi bebé había llegado al mundo.

Mi mamá me lo presentó, era tan lindo, todo rojo y gritón; era quién había vivido y crecido dentro de mí durante las últimas 37 semanas, era mi hijo, entonces se me olvidó todo y pensé "ya que se apuren a sacarme de aquí, quiero cargarlo". Lo que no sabía es que en las horas siguientes mientras se pasaba la anestesia comenzaría a dolerme todo mi ser y no sólo eso, sino que no me quería ni mover; pero a las 7 de la noche que entró por la puerta del cuarto mi bebé olvidé que me dolía todo y quería levantarme, cargarlo y hacer todo lo posible por salir de ahí y llevarlo conmigo.

Después de esos tres días en el hospital fui a casa de mi abuela, donde mi mamá se encargó de cuidarme y logró algo excepcional, bajarme 12 kilos en 10 días, pero no sólo eso sino que disfrutó los primeros momentos de vida de su nieto, que he de decir fue un niño muy latoso, pero hermoso. Cuando cumplí 20 días después del nacimiento de Íker partimos de vuelta a nuestro hogar con su papá; pero complicado fue aprender a dormir los 3 juntos, cosa que se abandonó justo cuándo Íker cumplió los 40 días de nacido, ahora duerme en su cama hasta las 4 de la mañana y después vuelve a nuestra cama (es que lo extraño).

Han pasado dos meses y medio desde el gran día del nacimiento, desde las 3 semanas del intenso dolor en el abdomen, que no me podía ni reír, y todo parece que fue ayer, tengo miles de historias que contar, pero hasta hoy pude sentarme a decirles cómo fue que llegó a este mundo mi persona más importante.